Los Carnavales de Villarrobledo son de los de mayor tradición y arraigo de toda España y tienen a gala haberse mantenido vivos y activos durante los distintos periodos en que su celebración fue prohibida en nuestro país. Superadas esas épocas una y otra vez vuelve con fuerza a la calle con un ambiente destacado y ampliamente reconocido.

La práctica del Carnaval es una de las manifestaciones culturales más antiguas de la humanidad. Las primeras culturas primitivas con celebraciones de este tipo rendían tributo a los dioses y naturaleza para obtener abundantes cosechas. Pero la fiesta tenía, además, otro sentido, era utilizada por los gobernantes para dar un respiro al control que mantenían sobre la población, que durante unos días se entregaba a la diversión, de este modo se liberaban las presiones acumuladas. Griegos y romanos adoptaron esta tradición y más tarde el mundo cristiano la mantendría adaptándola a su fe, permitiendo que los ciudadanos dieran rienda suelta al disfrute de los sentidos ante la llegada de la cuaresma, sus prohibiciones y abstinencias.

En el siglo XIV “El Libro de Buen Amor “del Arcipreste de Hita recoge por primera vez la celebración del Carnaval a través de la alegoría entre don Carnal y doña Cuaresma y la destacada presencia de “Don Jueves Lardero”, cuya visita a casa de Don Carnal marcaba el inicio del Carnaval. Esta tradición se mantiene viva en Villarrobledo, la llegada de Jueves Lardero marca el inicio de estos Carnavales, por lo que se puede aventurar que esta celebración se remontaría a esas fechas. No obstante, habrá que ir hasta el siglo XIX para encontrar los primeros documentos escritos acerca del Carnaval como tal.

En el siglo XIX

Aparecen los primeros documentos que hacen referencia expresa a esta celebración, sobre todo a partir de la muerte de Fernando VII, “cuando las vías públicas son nuevamente recuperadas para el disfrute y la diversión”. Es decir, anterior a este reinado había constancia de cómo se vivía el carnaval, su presencia en las calles y su notoriedad. Durante el reinado de Fernando VII el carnaval de Villarrobledo se habría mantenido, aunque refugiándose en locales cerrados. Con la desaparición de este rey, Villarrobledo sería pionero en devolver el carnaval a la calle. A partir de ese momento la repercusión de esta celebración es tal que en 1873 se regulan algunos aspectos referidos a esta celebración, con distintas ordenanzas municipales: no estaba permitido portar armas, aunque formaran parte de la indumentaria del disfraz, ni usar disfraces referidos al clero, ministros ni funcionarios. Los osados que incumplieran estas normas tendrían que pagar multas hasta de 10 pesetas. Además se establecía que sólo la autoridad tenía potestad para obligar a quitarse la máscara a aquellos que hubieran cometido alguna falta u ocasionado disgusto al público con su comportamiento.

Finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX

A finales de este siglo y principios del XX Villarrobledo ya es un referente en las fiestas del Carnaval por la animación continua de sus calles repletas de personas disfrazadas de manera disparatada y por los numerosos bailes de máscaras que se celebraban en los famosos salones: el Casino Artístico y Literario, Casino de la Unión, Teatro Navarro, Sociedad de Socorros Mutuos “La Prosperidad”, Círculo Mercantil, Gran Teatro, “Salón del Barrajeño”y La Unión Agraria. Era tal el ambiente que era necesario habilitar lugares poco frecuentes para estos bailes, como el antiguo convento de San Francisco o las tinajerías.

Segundo tercio del siglo XX

Son momentos poco propicios para el Carnaval que vuelve estar sujeto a prohibiciones. Nuevamente se mantiene latente a través de los bailes de máscaras en espacios cerrados, que no son mal vistos por las autoridades. Situación que se mantendría hasta el final de los años 70.

               

Los 80

En los primeros años de los ochenta el Carnaval de Villarrobledo se reinventa, se hace más participativo, todo el pueblo se involucra y participa de la fiesta. Los centros de enseñanza, niños y padres se incorporan a esta celebración pasando a ser parte fundamental, surge el Carnaval Infantil. De lo singular se pasa a lo plural: no hay un único carnaval, son muchos los carnavales, cada día es un carnaval distinto. La calle una vez más recupera su protagonismo. Villarrobledo, sin complejos, toma de nuevo la iniciativa y hace de la vía pública el escenario ideal para la gran representación del espíritu carnavalero.

A partir de aquí, año tras año, la singularidad de este Carnaval adquiere nuevas proporciones, va más allá de la celebración de los grandes desfiles de fantasías con plumas, lentejuelas y sofisticados atuendos.